Relaciones tipo corsé

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Hablemos de plata
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El presente es un texto que nuestra autora publicó originalmente en el grupo BDSM/Fetish Colombia en la red privada Fetlife. Lo hemos reproducido en su extensión original por lo pertinente de su contenido para nuestra página y porque fue también el tema de discusión del capítulo número veintitrés del programa de Erogéna radio sobre BDSM “La nalgada”, cuyo podcast pueden escuchar aquí.

 

Las relaciones en el ámbito BDSM al igual que en el vainilla son muy diversas y variadas,  cada pareja conoce sus necesidades y busca en el otro la satisfacción de las mismas y quiere a su vez satisfacerlo, básicamente es así como funciona la cosa.

Es bien sabido que en las relaciones D/s se da un intercambio de poderes y la parte pasiva de la relación entrega su voluntad a quien domina el asunto y este lleva el mando de la situación. Así pues, le impone ciertos comportamientos, mandatos y/o actitudes que deben  ser cumplidos a cabalidad.

Generalmente se empieza por ponerle una marca de pertenencia a la parte sumisa para que los demás sepan que ya no está libre y para que este también afronte su nueva realidad como propiedad de alguien, se le dan indicaciones sobre cómo y con quién relacionarse, se le asignan tareas que de no ser cumplidas acarrean un castigo.

También dependiendo del tipo de relación, los límites y las preferencias de la pareja se pueden llegar a modificar: la dieta, el vestuario, la forma de expresión e incluso algunas características corporales.

Lógicamente la psique y las emociones no pueden quedarse atrás y entran a ser parte fundamental de este cambio, la parte sumisa debe comprender y asumir el papel de ya no pertenecerse únicamente a si mismo: ahora tiene un dueño y se debe a él.

El dominante también hará algunos cambios, pero básicamente quien más debe adaptarse a la situación es la parte sumisa y por lo consiguiente pueden verse modificados algunos comportamientos que jamás se llegó a imaginar y que quizás no eran lo que esperaba.

A veces la parte sumisa se adentra tanto en su papel y cumple tan bien su rol que se olvida de que aún teniendo un dueño, su prioridad debe ser siempre él mismo. Es cierto que encuentra regocijo y libertad en pertenecer pero la plenitud la alcanza realmente cuando se siente dueño de sí mismo, no cuando es sólo el objeto de alguien más.

Seguramente muchos dirán que no es de sumisos pensar en su bienestar antes que en el del dominante, pero creo firmemente que un buen dominante también estará de acuerdo en que el fin máximo del BDSM es obtener el placer y la plenitud propios, así los encontremos a través de otro.

No creo que para que un dominante ejerza su dominio tenga que disminuir la autoestima de su sumiso(a), no creo que sea necesario embrutecer y oscurecer al sumiso(a) para hacerle sentir verdaderamente sumis(a),  tampoco considero que se deba menospreciar a alguien sumiso para que experimente la humillación.

Considero que una buena relación D/s hace crecer,  supera obstáculos,  ilumina;  nos lleva a lugares insospechados, brinda paz y gozo, trae placer con el dolor más no sufrimiento, libera a ambos miembros y los ayuda a desarrollar capacidades que no se imaginaron que tenían.

Una relación (no solo una relación D/s) no debe ser una camisa de fuerza que dirija nuestros movimientos, amarre nuestros pensamientos y mucho menos esconda lo que realmente somos.

Una relación debe ser un bello corsé que moldee nuestro comportamiento, embellezca nuestras ideas, resalte nuestra personalidad y nos permita sentirnos libres de ser, de sentir y de vivir.

 

Paulina San Juan

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